Maldición

Maldición
HORROR

martes, 10 de julio de 2012

037    La mañana llegó y en el Obispado se presentaba un joven sacerdote ante el Obispo que lo esperaba y lo saludo:
—Padre Miguel, me da gusto que haya venido. ¡Y que rapidez!
   El hombre con su vestimenta negra de camisa y pantalón ,le beso la mano. Luego le dijo:
—Estuve en unas charlas ayer en Madrid y venir me quedaba a mano. Por eso la Santa Sede coordino conmigo para que evalué su petición y si se diera el caso ejecutar un exorcismo, que es mi especialidad.
   El Obispo estaba animado y le dijo:
—Espere un segundo que llamo a Sor María. Una testigo fiable del asunto del Padre Silvio, un cura de pueblo de montaña.
   Mientras esperaban, el exorcista le dijo:
—Tendré que ver a ese cura para buscar pruebas de posesión. Hace mucho que no tenemos casos dentro de la curia. Si se atiende a muchos a feligreses, pero un cura que da misa es raro.
   El Obispo le contó:
—Dejo de dar misa por casi veinte días porque manifestó ante mí que tenía problemas con su sexo. Así que mande a mi mano derecha, Sor María. Ella le contará.
   En ese momento entraba al despacho del Obispo y luego de las presentaciones le contó:
— Salió del baño como una mujer. Tenía senos y hablaba como mujer. Luego que la increpe me atacó. Con una sola mano me levanto en el aire y luego me tiro fuera de la casa.

  El exorcista le dijo:
— Puede ser que este usando pelucas y prótesis. Y aún así ser un caso de posesión,ya que la haya levantado con una sola mano es un caso de Sansonismo. Y el cambio de voz, también puede ser candidato a un exorcismo.
   El Obispo le mostró el dibujo robot que distribuyó la policía:
— Debe apurar , la policía anda buscando a está mujer, que es a la que Sor María reconoció.
   Sor María dijo:
—Señor exorcista, lastima que la iglesia dejo de quemar a las brujas. ¡Esa mujer es el demonio! y deberíamos hacer como antes hacía la Santa Inquisición... ¡Quemarla en aceite hirviendo!
   El cura se santiguo, no podía creer lo que le decía la monja.
   Esa misma tarde el exorcista golpeaba la puerta de la casa del cura.

   Abrió la puerta Don Silvio que saludo al otro cura que se presentaba:
—Hola señor Silvio, vengo encomendado de la santa sede y del Obispado a ver que tal se encuentra. Si me permite pasar.
   Don Silvio muy atento le dijo:
—Adelante por favor. Me alegra que me manden un padre. Me enviaron una monja salida de libros de historia.
   Miguel se rió y le contesto:
—La conocí. Y le doy la razón, esa monja sería una buena suegra de cualquier mortal. Tomemos asiento así platicamos.
   Don Silvio se sentó en el sofá y le dijo:
— La verdad es que yo llamé por ayuda al Obispo. Me sentía mal y creó que es por una broma de alguien. Creó que fui drogado o gaseado con anestesia y se han burlado de mí vistiéndome de ramera. Pero cuando vino Sor María todo paso, creó que esa mujer era peor que cualquier cosa, por eso tuve que echarla.
   Al exorcista le faltaba algo de la historia y le preguntó:

—¿Y no recuerda que haya pasado algo más?
—No. He vuelto a mi rutina de dar misas a la tarde y no sé nada más.
   Miguel le comento:
—Ha tenido dudas o excitación sexual.
   Silvio le contestó:
—Sí. Pero creó que no era nada. Siempre uno tiene algo de atracción a las hembras pero me las aguanto o recurro a Manuela.
El exorcista rió y le dijo:
—Creó que todos los seminaristas íbamos tras de Manuela pero como dicen en Roma. Una mano lava a la otra, pero antes hay que usarlas.
Ambos rieron.

El exorcista le parecía normal todo, pero le dijo:
—Si no le molesta hoy estaré con usted en la misa, para asistirlo y mañana marcharé.
Don Silvio le dijo:
—Me sentiré alagado que hoy me acompañe.
   La misa transcurrió normalmente y el padre Miguel no notó nada fuera de lo normal. Un cura poseído no podría celebrar la misa, beber el vino y la ostias consagradas; según el creía.

   El ocaso se acercaba y cerraron entre ambos las puertas de la pequeña iglesia cuando los se marcharon. Luego cerraron la capilla y marcharon a la casa del cura. Miguel le venía leyendo un capitulo de la Biblia para reflexionar entre ambos.
—Jesús habla que no existe causa de separación y quien lo hace comete adulterio.
Silvio le dice:
—Yo digo que adulterio no tiene porque ser malo. Adulterio es porque es de Adultos, después de esto Jesús habla “de dejad que los niños vengan a mí. Adúlteros; luego sobre niños, hay relación.

Pero Miguel no le veía el punto de ver de Silvio y se quedó en la puerta de la cocina leyendo y hablando de su interpretación.
     Don Silvio fue a abrir la ventana de la cocina y al hacerlo vio la luna llena brillando en la noche. Al momento se sintió mal. Sus fuerzas flaquearon y tuvo que sostenerse contra la cocina con sus manos.
    Su cabello le creció en instantes cubriendo su rostro y su cuerpo se transformaba debajo de la sotana. Silvia salía y Silvio se esfumo.

    El cura Miguel seguía entusiasmado con su parloteo y de repente se gira hacia la puerta de la cocina y se encuentra con una mujer a pecho descubierto que le sonreía. El impacto visual fue tan grande que dio un salto atrás y soltó la Biblia. Se tapo los ojos y gritó:
—¡ Vete de aquí maligno. No me vencerás con tus trucos!

   Silvia le contesto:
—Nada guapisimo, solo quiero cambiarme está ropa.
   Y con un gesto sensual se quitó los pantalones.

    Miguel abria un poco los ojos y luego los cerraba con más fuerza mientras un calor le subía y le bajaba.
   Corrió entonces a un aparador donde estaba su equipo de exorcismo y logro sacar una cruz de madera. Silvia ya venía trás él.
    Miguel estendió el brazo con la cruz con los ojos cerrados, no apuntaba a nadie porque no quería mirar al cuerpo desnudo  de Silvia que le prevenía:
—Sería mejor que abriera los ojos. Tu cruz la apuntas para cualquier lado.

   Y Miguel le decía:
—¡Vete de aquí Satanas, vuelve al inferno de donde has salido!
   Más Silvia le contestaba:
—No.  No soy satanas. No te das cuenta que yo soy mujer y que me chiflo por curas como vos.
   Miguel seguia con los ojos cerrados y santiguaba a los cuatro costado.
   Silvia le seguiá diciendo:
—¡Pero abre los ojos, hombre!¡ O tienes miedo de las mujeres!
    Pero el exorcista no los abría, solo rezaba y santiguaba.
    Silvia con un solo movimiento trabo su brazo por la muñeca y lo inmovilizó, metiendose cuerpo a cuerpo con el cura que quedo con su brazos trabados.

Silvia le advertía:
— ¡Uy, ahora estamos juntitos y yo indefensa! Siento que tu corazón late desvocado. Te pongo, ¿verdad?
   Miguel se retorcía sin poder sacarsela y decía:
—Maldita serpiente embaucadora. ¡Dejame!
   Silvia como si el fuera de papel le dijo sonriente:
—Te dejare en la cama. Y espero que no te duermas, vamos mi amor.
 Y con una pequeña inclinación el sacerdote quedó montado a su espalda sin poder hacer nada. Silvia fue del salón al dormitorio y Miguel gritaba:¡Nooooo!


   En el dormitorio, Silvia se detuvo y le dijo:
—Espero que allí sepas hacer otra cosa que no sea dormir.

   Y Miguel con valor le dijo:
—¡Sí. Leer!
—Púes hoy no te dejaré.— Y lo lanzó por encima a la cama y se le volo su cruz.

   En la cama Miguel estaba a merced de Silvia que le dijo:
—Pobrecito, parece que esta será tu misión más difícil. Darme toda esa energía que guardas para nada.
   Y ella saltó sobre él. Sin embargo Miguel siguiendo su cruz se giró y cayó al suelo mientras la bruja caía sobre la cama. El exorcista salió corriendo entonces como si fuera un cohete.


   Silvia se sentó en el borde de la cama y se puso a reír con toda su fuerza. Le pareció cómico la huida de aquel sacerdote, que no la pudo enfrentarla por sus pudores y ansias internas.
   Mientras el exorcista corría por el costado de la ruta que salía del pueblo ofendido en su fuero interno. El no tenía miedo de enfrentarse al diablo en persona o a cualquier monstruo desfigurado que le apareciera. Pero que una mujer desnuda le enfrentará era mucho para él, todavía era joven y su pudor no le permitía mirar lo que el tenía prohibido.

     Al rato de caminar un automóvil se le puso a su par. Escalofríos le dio al cura al ver conduciendo a Silvia, que le dijo:
—¿Lo llevo padre Miguel?
   Miguel giró su cabeza y camino más deprisa con su tranco.
   Silvia lo seguía a su costado y le hablaba:
—¡Que lastima guapo, tú te lo pierdes! Me voy de marcha a divertirme a comer y beber.  Ha... y ten cuidado que con esas ropas oscuras no se te ve. Puede pillarte un coche. ¡Adiós reprimido! Ja, ja, ja.
   Y el auto se perdió en la noche. Solo la luna llena iluminaba la noche.
Continuará...

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