Maldición

Maldición
HORROR

lunes, 3 de septiembre de 2012

044     Silvio llamo a la puerta del convento y lo atendió el mismísimo Abad  que le dijo:
—¿Que deseas hermano?
—Quisiera refugio espiritual junto a ustedes. Soy cura, pero ahora, estoy más cerca de decir que soy “Locura”...Necesito un poco de paz y espero me puedan acoger.
   El Abad le dijo:
—Por supuesto hermano eres bienvenido, pero tendrás que trabajar como cualquier miembro del monasterio.
   Silvio respondió:
—Estoy dispuesto ha hacerlo.
—Pues pasa que ya mismo dejas esas vestimentas y te asigno un grupo de hermanos para que realicéis los trabajos de este día.
—De acuerdo.
   Al rato,él junto a otros cinco monjes caminaba en silencio por los corredores del monasterio. Parecía que todo ambientado con el sonido de música sacra.
  Llegaron ante unas grandes puertas que daban a unas gigantescas bodegas. El encargado de guiar el grupo le explicó:
—Has tenido suerte este día. Nuestro trabajo consistirá en catar toda la bodega para descubrir si algún vino que fabricamos no se ha echado a perder o se transformó en vinagre.
—¿Ustedes producen los vinos que consumimos en las parroquias?
—Hace siglos que nos dedicamos a su fabricación. Nosotros somos la médula de la sangre de cristo y proveemos a todas las Iglesias de la región. Usted que es cura sabra apreciar el delicado  buqué y sabor de nuestros vinos monástico. Por eso el abad lo mando con nosotros.
   El monje tomó un vaso y le sirvió el líquido elemento espumeante que salía de un barril por el grifo que tenía conectado. Silvio lo bebió y exclamó:
—¡Muy bueno!  

  Los otros monjes se dividieron y fueron a sus labores. Algunos abrían otros barriles otros acomodaban y otro anotaba.
   Silvio comentó:
—Me encanta las capucha de la vestimenta de los monjes.
  Él monje que estaba a su lado le recriminó:
—Púes este no es el momento de fijarse en ello. Tenemos que trabajar, hay casi mil barriles en está sección y nos llevará casi toda la noche.
—¿La noche?
—Si. Solo falta unas horas para que anochezca. Así que prueba todo el vino que puedas y canta el número del barril.
—Vale.
   Las horas corrieron y los monjes cantaban de alegría. El alcohol los estaba poniendo alegres. Y Silvio se empezó sintió mal.
   Uno de los monjes que le prestaba atención, se frotaba los ojos al ver salir un pelo rubio que brotaba de la capucha.
   Silvia miró por el costado de su cabello al monje de piel oscura que la observaba. Y ella se fue hacía un costado a meterse entre las hileras de barriles.
   Y allí le llamó al monje que la seguía. Y el monje se emocionó.
   Ambos se fueron atrás. Y el monje fue absorbido. Pero Silvia estaba sedienta de la energía de los hombres y salió a llamar a los demás.
   Los monjes eufóricos porque les hervía la sangre del vino, ya no pensaban, eran la presa perfecta.
  Todos envuelto en la pasión y la alegría de Baco, se olvidaron de todo y corrieron hacia la bruja que los esperaba.
  Uno a uno fueron absorbidos pero nadie se daba cuenta y nadie se resistió.
   Luego de la juerga, la bruja se sosegó y se puso a meditar su obra.
   Ella se lleno; y los monjes se vaciaron.
   Continuará...

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