Maldición

Maldición
HORROR

miércoles, 24 de octubre de 2012

050     El cuarteto subió al auto y salió rápidamente a la carretera. El cura Miguel estaba herido y preguntaba preocupado:
—Maestro Lo, me convertiré en un monstruo como los que hemos luchado.
   Desde el asiento de atrás le respondió:
—No. Tú no morir, por eso se puede curar. Yo curar a cura y buen curandero seré.
   El comisario Hernández sugirió:
—Propongo ir ha la casa del cura Silvio. Allí podremos descansar y de paso estar pendiente por si este se le ocurre regresar.
   La inspectora Gabriela le dio la razón:
—Me parece buena idea porque yo estoy molida y en el pueblo tendremos paz.
    Hernández dijo:
—No queda mucho para el amanecer, así que solo descansaremos unas horas.
    Efectivamente la claridad del horizonte declaraba la llegada del amanecer, y a esas horas de la mañana, los monjes del monasterio de la montaña se levantaban. Pero en la bodega seguía durmiendo desnudo en el suelo el cura Silvio y a su lado no había nadie más.
   Al revisar el Abad las celdas de los monjes que trabajaban en las bodega , descubrió estaban vacías. Mando entonces a un par de de otros monjes a buscarlos, pero solo se encontraron con Silvio en su estado de poco decoro.
   Lo vistieron entre ambos y lo sacaron a la rastra.

   Ya en el pueblo, el cuarteto, entró a la casa de Silvio.
   Adentro, el monje Lo, prendió incienso, luego saco un papel caligrafiado santo y se acercó a Miguel diciendo:
— Descubrir la herida.
  Y mientras formulaba su plegaria en chino, quemó el papel con la extraña formula, dejando caer las cenizas dentro de la herida.
    Luego le dijo:
— Ahora debéis combatir la energía oscura ying  con la luz de energía yang. Quitar toda la ropa y salir a tomar sol, desnudo afuera.¡Ahora!
El cura Silvio se asustó y exclamó:
—¡No!
   Pero sus compañeros comprendieron rápidamente que debían completar el ritual para que se cure de la posible infección y lo sujetaron.
   El monje Lo le quiso convencer, pero sus compañeros ya le quitaban sus vestiduras.
—Tú no tener vergüenza de estar sin ropa. Nosotros igual que tú, cuerpo no es malo ni bueno. Tu mente es lo que hace malo o bueno. Y ahora se requiere tú sin ropa.
   Pero Silvio siguió luchando y sus compañeros desnudándole.
   Al final, luego de un rato, lograron convencerlo de salir al patio trasero en una tumbona a tomar el sol. Lo hizo con la condición de que dejasen con su pequeño slip  
   El monje Lo le dijo:
—Todo el día debéis estar al sol. El sol llenar de yang y quitar la ponzoña del cuerpo. Si sobrevivís hasta mañana, tu curado. El peligro le vendrá esta noche y para eso yo preparar.
   Mientras Lo hablaba, el comisario y la inspectora se descojonaban de risa. Luego el comisario se disculpó por tener que marcharse hacia la ciudad. Debía de tener una reunión con los policía de su comisaría. La inspectora fue con él y el monje Lo se marcho a caminar por el pueblo.
   Un rato más tarde el monje Lo volvía acompañado de una vecina al que él fue a buscar. Era colaboradora de la iglesia local, María del Huerto.
   La presentó y le explicó a Silvio lo siguiente:
—María se quedará contigo para cuidarte. Yo ya dar instrucciones de que hacer contigo está noche. Tu hacerle caso sin chistar.
   El cura Silvio le dijo:
—Lo haré no se preocupe ¿Y que hará usted ahora?
—Yo ir para la ciudad. Está noche tener que seguir junto del comisario y la inspectora para resolver más situaciones. Si tu bien, pasado mañana unir con nosotros.
El cura exorcista resignado le contestó:
— De acuerdo.
    En la comisaría, Hernández reunió a todo el personal que se encontraba para hablarles:
—Señores, les agradezco la disciplina y la discreción que han tenido al retirar huesos y material orgánico de personas por toda la ciudad. Y quiero explicar que está pasando.
   Los policías estaban en silencio total por la expectativas de la explicación:
—Nos enfrentamos a una enfermedad rara o a un caso inexplicable de contagio de un mal que tampoco tiene explicación. En ello tenemos a un representante del Vaticano, que quiere poca publicidad de estas victimas y de este mal.  También como ustedes sabrán tenemos a un Chino que nos ayuda a eliminar está plaga que no es de origen vírico o bacteriano conocido.
    Un policía llamado Murfi le preguntó:
—O sea que nos enfrentamos a algo demoníaco.
   El Comisario no sabía como quitar hierro y dijo:
—Sí. Y esperó que se mantenga la discreción. Se están logrando progresos, y esta gente que esta asesinada debe figurar como victima de un asesino en serie. Al que estamos acorralando y pronto esperemos deshacernos de él.  Si se encuentran con personas que están extremadamente consumidas o con apariencia rara, eviten sus mordiscos y avísenme para estos expertos actúen en su reducción. No se les acerquen y lleven porras. Las armas no sirven.
   Los policías comentaron entre ellos y Murfi habló:
— Comisario Hernández confié en nosotros, trataremos que el publico no conozca está terrible plaga y le comunicaremos cualquier información.
   El comisario y la inspectora les estrecharon la mano, uno a uno. Luego se cuadraban entre ellos.

   En el convento, Silvio fue llevado a unos sótanos, en donde había unas mazmorras de tiempos antiguos. Allí le pusieron grilletes contra una pared, mientras el Abad lo observaba.
   Luego este le dijo:
—¿Dónde están mis monjes?¿Que le habéis echo con ellos?
  Silvio con voz entrecortada respondió:
—No les hice nada...., y no sé donde se han metido.
   El Abad le dijo enojado:
—Púes aquí te quedas. Y pronto vendrá Sor María. Se que tú ya conoces, y te diré; que ella si sabe hacer sufrir a quien ella quiere que hable o diga la verdad. Te cagarás en los pantalones...OH, cierto que esos no los usamos.
   Continuará.

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