Maldición

Maldición
HORROR

lunes, 5 de noviembre de 2012

052     La puerta del departamento D, se entreabrió y otro zombi asomó tras de la inspectora Gabriela que se disculpaba por su descontrol anterior.
    El comisario Hernández se dio cuenta del inminente ataque de aquel ser, que salió corriendo hacia la mujer. Este la aparto a Gabriela con un empujón y salto con una doble patada para enfrentarse al agresor.
   El zombi voló por el impacto hacía atrás, pero solo lo freno un instante, mientras que el comisario aterrizó agachándose en el suelo. Gabriela reaccionó como una bala y paso por encima de la espalda del comisario para lanzarse sobre el zombi con una doble llave de piernas a su cuello.
   El maestro Lo, observaba como Gabriela arrastraba al zombi dejándose caer prendida al cuello de aquel espectro. Y lo hacía despedirlo por encima de la espalda del comisario; mientras este se estaba incorporando.
   El zombi salía catapultado y Gabriela se incorporaba con un salto como un resorte.
   El monje metió su mano en el bolsillo como un prestidigitador sacando uno de sus papeles santos y parar el vuelo del zombi con un golpe de palma en su pecho, estampándole el papel.
   El zombi quedó paralizado y se desintegro en esqueleto. Mientras los tres lo observaban.
   Luego el maestro Lo se giró diciendo:
—Aquí esta limpio de hijos de bruja Jiang Shi. Mejor nosotros ir a patrullar a otra parte.
   El comisario y la inspectora lo siguieron. Mientras salían el comisario sonriendo le dijo a Gabriela:
—Buen trabajo Inspectora — y le paso la mano.
   Gabriela se la estrecha, diciendo:
—Me alegro tenerlo de apoyo. Juntos hacemos buena pareja.

   Una hora antes, en el frío monasterio de la montaña, arribo una monja en taxi. El Abad la recibió y la acompaño hacía las antiguas mazmorras que aún tenía el edificio que daba cuenta de vetusta arquitectura.
  Bajaron y entraron al recinto donde se hallaba encadenado el cura Silvio. El Abad hizo la siguiente presentación:
— Hola, padre Silvio. Creó que ya conoce a Sor María...Es una vieja amiga mía. Tiene en una ascendencia muy importante en el clero. ¡Es descendiente de Torquemada ! y en su familia hubo obispos y cardenales.  Ella sabrá hacerle hablar y decirnos: ¿Donde ha metido usted a los monjes que estaban con usted?
   Sor María traía en su mano un cubo con agua.
    Silvio no decía nada.
    El abad se aparto.
     Sor María le dijo:
—Hola padre Silvio. Veo que está cómodo. Y es mejor que responda la pregunta del Abad y a mí me diga si usted ha pactado con el maligno. ¡Porque yo puedo ser más mala que el diablo!
    Silvio le dijo:
—No lo dudo Sor María. Lo puedo atestiguar.
   Sor María le volvió a increpar:
—¿Qué eres un demonio? ¡Habla maldito! ¡Dinos si eres un brujo que quieres destruir a la iglesia de Dios!
   Silvio guardo nuevamente silencio.
   Sor María paso a la acción, se agacho y saco un lienzo mojado del cubo y le dijo:
—Este inocente y simple trapo mojado. Será el que te obligue ha hablar. Lo aprendí de los escritos de mis ancestros. Eran ministros de la inquisición.
   Sor María se acercó al rostro de Silvio y lo cubrió con el paño, que se le pego a la piel y le tapo los orificio de la cara.
     En unos cuantos segundos, el encadenado Silvio se comenzó a retorcerse púes no podía respirar.
    El abad se rió:
—Jo, jo ,jo. Me recuerda a esa pintura tan famosa del Ecce Homo... Hubiera traído mi cámara. Jo,jo ,jo.
   Sor María le reprendió:
—¡Calle la boca!.. Esto es serio.
   Silvio no hablaba y ella repetía el procedimiento paño mojado, una y otra vez. Cada vez mas al borde del sofocó. El tiempo pasaba y tras más de cuarenta minutos, Silvio se desmayo.

   Sor María se fijo entonces que el cabello de Silvio parecía crecerle a velocidad vertiginosa y dijo al abad:
—Ahora usted será testigo del poder del diablo que lleva adentro este brujo. ¡Observe!
   La transformación se hizo ante sus ojos. Paso a crecerle el pelo a Silvio y de rasgos. También cambios que se vislumbraban por debajo de sus ropas. Pero esta vez, su pelo primero rubio, se teñía de una larga cabellera negra.
  Sor María decía al abad:
—¡Mire el poder del mal!
   Al Abad se le aflojaba la mandíbula.
   La bruja Jiang Shi levantaba su cabeza y miraba con ojos centellantes a Sor María. Y la monja le hablo:
—¡Hola guarra! Te queda mejor el pelo negro...Ahora que te tengo en mis manos, me obedecerás o te mando al infierno.
   La bruja Jiang Shi le dijo:
—No tienes idea a quien le hablas. Vieja zorra. Eres un alma tan mala como yo, pero peor. Yo no me oculto para hacer daño. Simplemente lo hago y gozo...y dejó que me gocen. Tú sin embargo haces daño con tu falsa religión y credo. No crees lo que predicas. Te ríes del dolor de una madre y llenas tus bolsillos de dinero.
   Sor María se quedó de piedra ante las verdades que escuchaba de la bruja. Y está le dijo:
—¡Mi nombre es Jiang Shi! ¡Y ahora te mostraré mi poder!
   Con un solo estirón rompió las cadenas que sujetaban su mano derecha. Y luego la izquierda.
   El Abad salió corriendo como alma que se lo lleva el diablo.
   Jiang Shi como si nada se rompió las mangas de la túnica y se quito las argollas de hierro de sus muñecas rompiéndolas de un estirón.
   El abad muerto de miedo en su carrera se llevo por delante el cubo, se cayó al suelo, miró a Jiang Shi terminar de quitarse las cadenas y volvió a correr hacia la salida; escapando.
Continuará...

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